miércoles, 11 de febrero de 2009

Auxilio espiritual

Durante las horas santas en Nuestra Señora de la Paz se acostumbra  apagar las luces, sólo queda una pequeña luz que ilumina el Santísimo.

Durante una hora santa de septiembre de 2008 a el Señor se le ¨ocurrió¨ que una bendita mujer cayera en descanso en el Espíritu causando inquietud en algunas personas no acostumbradas a estas manifestaciones del Señor. Vi como varias personas se levantaban de su lugar para atender a la mujer que estaba tirada en el piso, entre quienes se acercaron estaban Doña María (vamos a llamarla así). El Sacerdote pidió que solo la atendiera una persona porque lo que le estaba pasando era un regalo del Señor y continuó con la oración; con incredulidad (y debo decirlo que con una sonrisa) veíamos como Doña María le comenzó a dar respiración boca a boca y hasta le daba masaje a el corazón mientras varias personas de la comunidad trataban de convercerla de que lo que estaba pasando era que la mujer estaba teniendo un encuentro con el Señor, pues no, Doña María insistía. Se acercó un Señor y le hizo señas a el ayudante de el Sacerdote para que encendiera las luces, a lo que le respondió que no, el angustiado hombre, se subió a el presbiterio y gritó:¨¡Un médico!¨ por lo que algunos comenzaron a inquietarse aún mas.
Rato después veo a través de los cristales luces azules y rojas y de rato entra un policía , mi esposo sale y le explica a el policía y a un joven que estaba con él que este tipo de cosas ocurren en ocasiones cuando la gente tiene un encuentro con el Señor entonces el policía dijo: ¨Entonces voy a cancelar la ambulancia¨ ¡ya venía ayuda médica en camino! El joven le comentó a mi esposo que él había llamado la ambulancia debido a que se había asustado con lo que estaba pasando.
Doña María tomó su bolsa y salió, por lo que pude notar, indignada creyendo que a la mujer no se le había prestado ayuda.
Al encenderse la luces vimos como ayudaban a la mujer a incorporarse y la sentaron en una banca.

No pudimos evitarlo, varios salimos con una enorme sonrisa en los labios.

No cabe duda de que a Dios, con tal de que nos encontremos con él, no le importa mover multitudes.

1 comentario:

Verónica dijo...
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